domingo, 2 de junio de 2013

El binomio.

El binomio “he aprobado-me han suspendido” empieza a tocarme la moral. Y mucho. El alumno universitario medio tiene un gran problema: la falta de responsabilidad y capacidad de autocrítica. Cuando se aprueba, “he aprobado” (Sujeto Agente: yo); cuando se suspende, “me han suspendido” (Sujeto Agente: ellos, los profesores, los otros, los demás. No yo). Qué gran equivocación. Qué gran falacia que todos se creen, todos se contagian y se pasa de unas generaciones de universitarios a otras. Los profesores son unos cabrones y te joden la vida si “te suspenden”. Ellos son los culpables. Pues flaco favor te harían si te aprobaran y te dejaran pasar a otra etapa de la vida sin los conocimientos necesarios. Y qué añejo y carca suena decir “otra etapa de la vida” y “conocimientos” (y ya ni hablar de “conocimientos necesarios”).

Autocrítica. Ésa es la cuestión. Es muy, muy fácil, tentador, cómodo, sencillo y para toda la familia echar la culpa a los demás. Y más cuando todo el mundo lo hace. “Algo de razón tendrán, ¿no?” No es que no tengan algo de razón, es que no tienen ninguna. E igual que se ha pasado de generación en generación el gusto por los caracoles en España y no en otros países, se ha pasado de generación en generación el gusto por culpar al sistema de nuestros errores. El sistema tendrá errores, que los tiene. Pero se pierde todo derecho a quejarse de esos errores si uno mismo no hace nada por solventarlos o, al menos, intentar sobrepasarlos y sobrevivir a ellos.

Hipocresía. Hipócrita es el que aprueba (Sujeto Agente: yo) y es suspendido (Sujeto Paciente/Víctima: yo). No puedes pretender “que te aprueben” (que suena tan mal como “que te suspendan”) si llevas sin pisar la clase tres meses, no tienes apuntes propios y los que tienes son de otro compañero y de su personal manera de estudiar (y por lo tanto, no adecuados para ti), y si no te has cortado de ninguna fiesta y vivalapepa que se ha presentado. La ocasión para cortar las clases un puente es tan deliciosa. Y tan obvia, ¿no? Oponerse a tener unos diillas de vacaciones es masoquismo, ¿no? No. Se falta a clase, se pide apuntes y se cortan clases si se tiene capacidad para aun así aprobar. Y ojo, aprobar por ti mismo, no que te aprueben. Aunque que te aprueben siempre gusta. Hipocresía.

“¡Pero si llevo un mes estudiando día y noche sin salir para este examen!” Sacarías megamatrícula de honor si eso es cierto. Las capacidades de estudio y la facilidad de aprendizaje son obviamente diferentes entre las personas. Y aun así, ¿cómo alguien que estudia un examen en una semana puede sacar un ocho o un nueve y una persona que aparentemente ha sacrificado todo un mes o más se ve negro para sacar un cinco? Somos diferentes, pero no nos pasemos. Ese tío no lleva un mes estudiando día y noche sin salir para este examen. Ese tío dice que lleva un mes estudiando día y noche sin salir para este examen. Y así no sólo contenta a las autoridades que le piden que estudie (ya sean padres, profesores o amigos), sino que las sorprende gratificantemente. Lo malo, lo peor y lo más nocivo es que también convence a uno mismo de que eso es verdad. Y una vez más la masa le da la razón. La masa que se pasa las “mismas horas” en la biblioteca y también admite que un cinco es superjodido en esa asignatura. La biblioteca. Mejor dicho, las horas y días en la biblioteca: qué gran engaño para padres y estudiantes.

Y llega el momento en que por hache o por be, esa situación tan cómoda que estás viviendo en la universidad (esforzándote lo justo y acribillando al “sistema” si el esfuerzo no ha sido suficiente) se ve amenazada. ¿Amenazada por qué? Amenazada porque tu titulación se extingue y tienes que pasarte a grado. Amenazada porque has chupado tanto de tus padres en tu universidad de fuera o tu residencia o tu colegio mayor que tus padres te “meten prisa” (prisa, otro factor muy subjetivo en un universitario medio). Amenazada porque la beca que prácticamente regalaban empieza a ser lo exigente que siempre debería haber sido. Que sí, que gran parte de culpa de la crisis la tienen los políticos. Pero que también la tiene nuestra enorme crisis de valores. Y el problema es que los valores son de la masa y la corrupción es solo de la esfera política. De ahí que el poder de la masa surta de nuevo su efecto. Movilización y coraje en contra de los políticos (magnífico, aplaudible). Permanencia e insistencia en nuestros podridos valores. La beca de la universidad es como si nos dieran una entrada de cine, pero no vamos a la película porque no nos gusta. Y aun así, queremos la entrada, porque viste tener una entrada de cine. Dame mi dinero (que a saber cómo has logrado tenerlo) y yo por mi parte sigo sin asistir a clase y llevando la bandera de la biblioteca; yo sigo viviendo la “vida universitaria”, que para eso tengo beca. Nos chiflan los derechos. No sabemos nada de deberes. Hay que quejarse, pero, y un gran pero, teniendo limpia tu casa.

Para evitar tener que devolver la beca lo único que había que hacer era acreditar haber asistido a un tercio, sí, un tercio, y sí, asistir, de las asignaturas de ese curso. Ahora hace falta aprobar el cien por cien de las asignaturas. ¡Qué locura! ¡Esforzarse! ¡Apretarse! ¡No poder cortar cinco puentes! ¡Hincar los codos de verdad! La masa vuelve a estar de acuerdo y se trata de locos a los que lo apoyan.

A esto se le añade que quien aplica las medidas no predica precisamente con su ejemplo. Y se cae en el “si ellos roban, yo también”. Un aplauso. Unos valores de puta madre. Se entiende perfectamente el dicho de “si fulanito se tira por un barranco, ¿tú también te tiras?” pero qué difícil es aplicarlo. Y más aún cuando aplicarlo supone restructurar tu visión de la universidad. Pasar de “mírame, soy universitario”, “mira cuántas horas echo en la biblio”, “llevo toda la noche sin dormir estudiando”, “he aprobado”, “me han suspendido”, “son unos cabrones”, “qué maduro soy ya” a “soy universitario”, “tengo que estudiar”, “tengo que aprobar”, “voy a evitar suspender y poder quedarme con la beca para seguir estudiando”, “voy a evitar suspender y no desangrar más a mis padres”, “voy a sacrificarme para sacar la carrera cuanto antes para cuanto antes ponerme a buscar lo que sea donde sea para ser independiente”.

Los más damnificados en muchas ocasiones son, por extraño que parezca, los que han logrado esquivar a la masa y silenciosamente han seguido con lo suyo: con sus deberes como estudiante (deberes y estudiante en una misma oración suena tan conservador…). Estos no tienen por qué coincidir con los más brillantes de clase. No estamos hablando de brillantez. Estamos hablando de responsabilidad. El responsable siente miedo de contrariar a la masa cuando cree que no sería lo más lícito cortar un puente. El responsable siente miedo de decir que no ha pasado cincuenta y siete mil horas en la biblioteca y aun así ha aprobado. El responsable siente miedo de meter prisa a sus compañeros en un trabajo de grupo. El responsable siente miedo de no ningunear su trabajo y seleccionar a quién sí y a quién no dejar sus apuntes. Miedo. Es una palabra grande, pero así es. ¿Y por qué el responsable, que no perjudica a nadie, tiene que sentir miedo? Por el poder de la masa. Por el poder de la masa joven, que tacha a quien quiere de lo que quiera en un segundo y lo excluye de la vida social.

No a la doble moral. No a la gran mentira que se ha montado alrededor de la vida universitaria. No a la queja desinformada. No a seguir a la masa. Sí a la responsabilidad. Sí a la autocrítica. Sí a los derechos combinados con deberes. Sí al aprobar y suspender. No al aprobar y ser suspendido. No al ser aprobado y ser suspendido. Sí a las miras de futuro. No al carpe diem irresponsable. No a las etiquetas. Sí a la madurez.

Y este artículo irá seguido de una oleada de repudio. Repudio sólo originado por esa cerrazón que constato cada día más en aquellos que etiquetan de cerrados a otros. Esa cerrazón que hace que no se lea bien el post, que se entienda lo que no es. Esa cerrazón que tiene que situar el post en una ideología u otra. Esa cerrazón tan de moda y a la vez tan trasnochada. A pesar de todo eso, yo he considerado necesario escribir y publicar este artículo porque las “entradas de cine” salen del bolsillo de gente responsable que no tiene por qué pagarle a otros “entradas” de una película que o no gusta ver o gusta ver sólo a medias.

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by: Joaquín Bueno
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